A una señal,
a un número secreto
abre el amor su cápsula sellada
como una flor que insiste.
Un cuando que se vuelve lentamente
de espaldas...
Y surgen las aguas
y el secreto relámpago,
las aspas que no cejan
y el acero vehemente,
ciego,
involuntario.
Pasa el amor y no desiste
hasta herir a la rosa,
afilado.
Y arrastra a su incongruente orilla,
a sus bordes volcánicos,
a sus ágiles mandíbulas,
a sus cerrados guarismos
de ángel desvelado.
Pasa el amor bebiéndose
los labios
y se crece
y se sabe mi nombre
y se muere... ¡de vivir!
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