Conjuré tu nuca inmóvil,
a pocos centímetros de los ojos de mi insomnio
y compareces galopando estaciones,
templada, húmeda,
con tu descosida coraza de soles.
Gacela de los siete lunares
que emerges intacta,
reluciente,
en el desnudo textual de tu ombligo.
La memoria del tacto
indaga en la geografía de tus pliegues,
grabados a color de lumbre,
en los archivos de la imaginación.
El trópico es un plano horizontal en tus caderas,
una red de contactos,
el habla y los silencios de mis lenguas atávicas
en las que intersecto todo lo que sé.
Tus consonantes inaudibles,
me anuncian que aun estás dormida...
Y estoy en ti.
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