El rumor corre zigzagueante
por las esquinas rotas de descreimiento.
La noticia vuela desabrigada,
violentando el primer plano
de una cotidianidad
que no da tregua, ni descanso.
Es un secreto “a gritos”,
silenciado por un miedo oblicuo
que no tiene espera, ni posdata.
Nada atempera el íntimo desasosiego
que ya no sabe esconderse
en el sótano del disimulo.
—¿Qué ha pasado?—
¡Detuvieron a Libertad!
Aturde la prudencia.
El mutismo de la resignación
campea con su aura abominable.
Al parecer, la señora ética hizo maletas.
Claudicó sonoramente y con mayúsculas.
Está presa "Libertad"…
¿Cómo prestarle alas?
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