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  • Foto del escritorGioconda Burgos

El cuento de la Princesa Mora

La vi aquella tarde,

al sonar del aire

peregrino...


Mi existencia

hasta ese instante

breve de sueños,

de acostumbrados derroteros

y de rondar la orilla oscura,

repetirá por siempre,

su inolvidable maravilla.


Era mestiza.

Hija de un moro y una cautiva.


De temperamento audaz.


La noche habitaba en su cabello,

con esa belleza inasible y serena

que deshilvana metáforas

de un solo golpe.


Su carne morena

y vulnerable

jamás fue vasija

para ninguna semilla.


¡Como a las gacelas de la Meca,

cazarla estaba prohibido!


Desde los arcos del jardín,

tras la tenue cortina de agua,

rodeada de aquella

profusión absurda de flores,

la escuché,

esa vez y aún más...


Versada en poesía,

su voz prolongada

y ronca,

de enigmáticos silencios,

hacía desear conservarla

a toda costa.


De su piel emanaba

una agradable tibieza

y de sus ojos verdes,

tormentas estremecidas

que invitaban a estrenar

victorias inconfesables.


Su nombre era Laylâ


La amé...


Con un amor

enteramente puro

y de dulces tesituras.


En mi oscuridad

(olvidada tal vez, pero encendida)

ella, todavía,

dice y canta...


Fin.




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